Desde la falla de San Andrés hasta los cabos, desde Tijuana hasta Cabo San Lucas, con el golfo de California o Mar de cortes al poniente y con el hermoso océano Pacifico al este, encontramos la Península de Baja California México. Islas como Espíritu Santo o Isla de Guadalupe, Bahías como La Paz y Todos Santos. Con tierra amarilla, y bosques de cardones que se extienden a lo largo y ancho de la península y una historia geológica que podría mantenernos despiertos hasta en esa presentación con diapositivas del profesor de geografía de secundaria. En los acantilados que parecen ser de hasta
La “península” como se conoce en el lenguaje de los naturalistas que la estudian, ha sido testigo de muchas batallas contrastantes, desde la sobrevivencia y aislamiento de especies en los hermosos oasis, hasta la resistencia de su pueblo a formar parte de la Unión Americana. El territorio no solo está atravesado geográficamente por una línea tropical, al mismo tiempo que divide políticamente a los estados de Baja California Norte del Sur, también está dividida ideológicamente por estar gobernado al norte por el Partido Acción Nacional y al sur por el de la Revolución Democrática. El norte se puede recorrer por grandes autopistas construidas para dar paso a todas las casas rodantes o remolques de los norteamericanos retirados que quieren pasear por nuestras playas pero que dan curvas peligrosas de hasta 180º cuando se trata de conectar a un pueblo que no sea turísticamente atractivo. Mientras en el punto de división del estado se reducen a un carril de ida y uno de vuelta en el que puedes perder la vida al dar una vuelta peligrosa por algún acantilado desde donde observas a las ballenas o aquellos paradisíacos paisajes que caracterizan a la península.
Para sumarle más a nuestra contrastante “península” de águilas pescadoras utilizando postes de luz para satisfacer el hambre, hayamos “La refinería” de La Paz. Propiamente no es una refinería, es más bien una unidad de almacenamiento de combustible para surtir la Península junto a una estación termoeléctrica que abastece a las ciudades aledañas. Encontramos construcciones a la mitad de causes de ríos, gente que desecha sus cosas viejas cuando se forman los ríos por la lluvia, y plantas de tratamiento de aguas residuales que parecen fortalezas a las que nadie puede entrar cuando hacen apestar toda la ciudad por su mal funcionamiento.
Viajando más al sur, encontramos clubes de pesca y casas de norteamericanos en las playas, viajando sobre la arena mientras pintan dedo a un aviso del tamaño de un crucero transpeninsular que tiene como leyenda “desovamiento de tortugas”. Parvadas de pelícanos parados en los botes de pesca esperando a que los pescadores les avienten una cabeza o un cuerpo de pescado que no sirve para los propósitos del ser humano, si alguien lo viera, recordaría la primera vez que estuvo en alguna gran ciudad viendo a una manada o a un solitario perro pidiendo por un pedazo de carne afuera de una taqueria.
Esa “península” es un lugar hermoso que vale la pena proteger. Esta península me ha hecho derramar muchas lágrimas, al ver que no hay acceso a ninguna playa (Cabe destacar que son públicas) a kilómetros de Ensenada. Mientras que en La Paz basta con atravesar una calle para acceder al paraíso del mar.
Les comparto ésta experiencia no para asustarlos, mas bien para motivarlos a que la visiten, pero que la visiten con los ojos bien abiertos de lo que está pasando en nuestro hermoso país. Este hermoso país al que no hay extranjero que no le impacten sus bellezas naturales, arquitectónicas y sociales, pero que así como muchos mexicanos, lo ensucian y lo maltratan.
Un abrazo.