domingo, 2 de diciembre de 2007

Mexico en Línea Recta

México en línea recta.

Tome la foto joven… no soy ningún ladrón, no tengo nada que esconder.

En las andanzas de las mediciones de contaminantes atmosféricos que se realizaron durante los meses de Abril y Mayo del caliente año del 2007, se visitaron lugares como San Pedro Benito Juárez en el estado de Puebla, en camino a Don Goyo (El volcán Popocatepetl). Municipios como Soyaniquilpan, Tolcayucan de Hidalgo, Texcóco de México o Comachuen de Michoacán. En todos los sitios se notaba la actitud de desprecio, y rechazo a nuestra gran insignia de la Secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) estampada en las puertas de las camionetas en las que viajábamos científicos de la Universidad de Montana, de la Universidad de Washington, del Centro Molina en San Diego, y algunos pertenecientes al Centro Nacional de Investigación y Capacitación Ambiental (CENICA), que a pesar de viajar con motivos 100 % científicos en ese momento, las ganas de apedrearnos por parte de la población en general eran evidentes.

Nuestras indiscutibles caras de preocupación al principio de la travesía, tristemente desaparecieron para la parte media del viaje y se nos empezó a hacer costumbre pensar en tapar los logotipos a fin movernos con libertad entre las comunidades donde realizaríamos el trabajo. El tener que preocuparnos por decir lo expresamente necesario para que nos permitieran completar las mediciones sin que pensaran que íbamos a molestarlos, extorsionarlos o a delatarlos se volvió tema de conversación durante los largos viajes.

El Pueblo de San Pedro Benito Juárez abrió mi sentencia diaria. La idea que mis compañeros habían pasado la tarde anterior tratando de convencer al que se decía “Aquí se hace lo que yo diga” de que se mediría me incomodaba de gran manera, y aumentaba, por el hecho habérselo puesto en términos tan sencillos después haber escuchado las quejas constantes sobre el poco apoyo del gobierno y las actividades de extorsión de aquellos que se dicen procurar justicia del gobierno federal y local.

Para el día que Ismael y yo llegamos a San Pedro BJ ya se tenía el aval del que “decía para que se hiciera” de medir en cocinas que queman madera y en hornos de carbón que han servido como actividad milenaria de subsistencia de la población. Los niños, que fueron la mayor motivación de Ted por poderles explicar con su singular español como funcionaba su equipo y para que servía, nos enseñaron que el aceptar el terminajo sencillo que habíamos usado fue para darnos atole con el dedo.

Al día siguiente llegaron algunos de los Brigadistas contra incendios, teniendo al frente de ese pequeño grupo, al joven recién deportado de Los Ángeles, con una actividad pandillera y criminal que extremaba mi curiosidad. Comentándonos esa actividad, nos dimos cuenta que era parte de la táctica que utilizaban para amedrentarnos y mantenernos al margen de actividades que representaran peligro para ellos.

Al día siguiente conocimos por fin al dueño de una de las carboneras que fuimos a medir. Se bajó de su caballo un hombre de edad avanzada, la cuál desconocemos, con un machete al cinturón, el ceño fruncido y entre los árboles y maleza, lo más lejos posible del campo abierto nos saludo muy cordialmente. Fue el quién después de una conversación llena de quejas al gobierno como la de los brigadistas, nos permitió fotografiarlo, no sin antes justificarse diciendo que se dejaba tomar la foto por que no era ningún criminal y que no escondía nada. Comentario que quedará gravado en mi memoria, no solo por ser de precaución sino por representar la profundidad del retrazo en Justicia Social que existe en México.

A la semana siguiente escapamos de taxistas embravecidos que echaban pestes contra todo secretario u procurador del gobierno del gobierno local y que, en nuestras camionetas de SEMARNAT quedaban pegadas sus caras de hambre de justicia. Medimos con miedo algunas ladrilleras en el Estado de México después de pasar por una calle en la que toda la población parecía haber salido a “saludarnos” y que a palabras de viejos lobos de mar en mediciones por comunidades de todo tipo en México, fue uno de los escenarios que más miedo y precaución les había ocasionado.

La tercera semana fue la mas desastrosa emocionalmente, pues al llegar a Salamanca viajé desde la estación de autobuses al hotel que nos hospedaría, y fue en 10 minutos de viaje que reconocí cinco olores peligrosos diferentes en la ciudad. Durante la noche el calor nos hacía encender el aire acondicionado del cuarto y se aceptaba la negativa a abrir las ventanas para evitar percibir el olor a combustible mal quemado (o como el del chapopote cuando recién se coloca en la capa asfáltica) proveniente de la refinería de Salamanca.

Para ese lunes, las mediciones de contaminantes en la quema de un Esquilmo eran el plan principal. Pudimos percatarnos que las condiciones de los agricultores en esa zona del país son mucho mejores en cuanto a material y equipo. Sin embargo, observamos también que la contaminación de los suelos, y el agua es más desastrosa. Dos días después de quemar Esquilmos para “investigación”, visitamos la zona de Cilao para realizar mediciones de contaminantes emitidos por las ladrilleras. En esta zona, no solo encontramos condiciones de lamentable pobreza y marginación, también encontramos la actitud de las autoridades municipales de nulo interés para resolver los problemas de salud ambiental de la zona. El dueño de la ladrillera era la cuarta generación horneando ladrillos. Su hijo dejaba la escuela por la necesidad de seguir manteniendo la ladrillera y la hija, con estudios de bachillerato técnico finalizados, estaba cambiándose a un empleo de secretaria mas cercano y con sueldo mas bajo debido a que la industria en la que trabajaba le pagaba una bicoca, no le ofrecía oportunidades de crecimiento y tenía que transportarla su padre en la camioneta durante la noche, a la que tenían que poner 100 pesos de gasolina cada viaje, (Cabe destacar que a la hija le pagaban 200 pesos la noche, sin prestaciones de ley).

Hablamos con el dueño durante el tiempo de medición. Mientras nos comentaba que usaban el agua que viene del rastro para regar y hacer los ladrillos mientras que también han cambiado el combustible, pues antes utilizaban llantas, que eran baratas pero muy contaminantes y ahora utilizan madera para entarimado, que contamina menos pero es más cara. Mientras la crónica que el dueño del lugar nos proporcionaba, salían quejas frecuentes al desinterés del gobierno para apoyar a la gente de las ladrilleras en cualquier sentido. La conversación nos llevó peligrosamente al primer indicio de lo que en quejas aisladas de la población encontraríamos, pues nos preguntó si estábamos midiendo en Salamanca. Una vez que habíamos respondido, inmediatamente con cara de susto, aclaró. -Allá si están metidos en la mierda-. Al regresar a Salamanca nos detuvimos en una escuela secundaria para recoger a parte del equipo de investigadores que se había instalado en la zona. Durante más de una hora mientras unos comían fresas cristalizadas y otros de los que llegábamos ocupábamos el baño “letrina seca” casi al aire libre, donde el excremento casi tocaba las nalgas del que las ponía, las autoridades de la escuela, hablaban con nuestros compañeros, los dejaron anonadados por la narración del episodio de intoxicación que se presentó en varios niños en Julio del 2006. Donde por una semana estuvieron prorrumpiendo alumnos y profesores del salón de clases debido a migrañas y vomito que les producía un olor que a palabras de ellos venía desde la Agroquímica establecida en la cercanía de la escuela, mientras que la respuesta de las autoridades, lejos de pronosticar la evidente intoxicación, se basó en recetar una bolsa de píldoras contra la migraña a toda la escuela y argumentar el evidente y cada vez más grande problema de mala alimentación.

El jueves durante el desayuno, la plática sobre la escuela esclareció el por que de la impresión de nuestros compañeros que escuchaban con tanta atención la narración de las autoridades de la escuela y era debido a que la actual escuela había reportado el incidente inmediatamente después de lo sucedido y el CENICA había tenido que dar recomendaciones al gobierno local sobre las posibles causas. Palabras más o palabras menos para aclarar que no estaban ahí por esas circunstancias, los investigadores argumentaban que las recomendaciones no se habían tomado en cuenta por parte de las autoridades locales. Como avanzaba el día, hablamos con mucha gente de la ciudad, que en general habían perdido la esperanza de que se hiciera algo por mejorar la calidad del aire de Salamanca, por limpiar el agua del río Lerma o por resolver el problema de los desechos peligrosos que se tienen almacenados al aire libre en la Agroquímica y que el viento transporta después de correr por la Refinería y por la planta Termoeléctrica hasta llevarlo a la ciudad de Salamanca. Nos enteramos de varios casos de intoxicación en lo que va del año y que la gente no baja las manos, reportando y marchando en repudio a la ceguera del gobierno, pero que les salen por el oído contrario a las autoridades competentes. Al día siguiente nos escabullimos por territorios peligrosos atrás de las tres empresas altamente contaminantes, desde las 10 de la mañana nos dedicamos a borrar con navajas, los logotipos de la SEMARNAT. Cuidándonos de no llamar mucho la atención para evitarnos problemas con las autoridades. Rehuimos por detrás, rodeando las empresas nos establecimos en 15 sitios por solo algunos minutos. Mientras realizábamos mediciones de contaminantes, observábamos plantaciones a los alrededores, y con la inmensa duda sobre lo que podrán estar adaptando a través del intercambio con el aire y cuando midiendo a las orillas del río Lerma nos encontramos con plantaciones de Maíz nos preocupó el origen de las fresas cristalizadas que habíamos ingerido el día anterior. Terminamos las mediciones durante el día y nos dirigimos a descansar para realizar mediciones durante la noche en los mismos sitios. Durante la noche, observamos que dentro de la refinería había algo quemándose y el fuego se elevaba varios metros por el nivel del piso. Constatamos la incineración de algo peligroso al detectar el olor a petróleo durante toda la noche.

En ese viaje, el argumento del uso de recuperadores de gas por parte de la Petrolera dueña de la refinería no se hizo esperar, pues así como se observaban esas inmensas llamaradas por encima de la barda divisoria. También se observaban los quemadores de gas natural. -El uso de recuperadores de gas en las refinerías será, por fin, una realidad- se celebra entre políticos “ambientalistas” y directores de la Petrolera, al mismo tiempo que se observa el decaimiento del uso del petróleo para los próximos quince años. ¿Está de más hacer la pregunta, “ya para que”?

Al día siguiente por fin regresamos a la Ciudad de México, que con sus problemas de contaminación, representa un paisaje más alentador que Salamanca.

El argumento de la población en general, representa desanimo y a la vez mucha desesperación, mientras se hunden en polvo peligroso de la Agroquímica, de la Refinería y de la termoeléctrica que impacta de forma directa a la ciudad de Salamanca. Mientras su río es el más contaminado de Guanajuato por no pensar que posiblemente de México. Pero también es de desconfianza a las autoridades que han sido frecuentes en sus extorsiones, que han olvidado el poder público de proteger y apoyar a la población y que constantemente siguen impactando a la mayoría con sus actividades polarizadoras, que exigen el uso y el cambio en sus conductas milenarias de forma automática y con el uso de la fuerza, mientras olvidan que deben ofrecer alternativas de subsistencia. Autoridades que han degradado el poder publico hasta tener que ser observado con ojos incrédulos y de agresión. Ese comportamiento se está multiplicando y cocinando mientras no exista Justicia Social, y se contagiará mientras no se den soluciones al final la historia nos enseña que eso no puede ser eterno.

Yo pues… me preguntaba que hacían aquí. Pues como los vemos pasar y nos dicen que son del gobierno, pues queremos saber ¿que están haciendo aquí?... Yo aquí tengo mi “Yunta” y ya estoy poniendo mi colado con el dinero que me envían mis tres hijos que tengo allá en el norte… Pero ya no regresan… Allá les va mejor y siempre me dicen que esta más limpio…

En Comachuen, Michoacán.